50. Una jóven y vieja mujer

No puedo abandonar a Yeats. Me he obsesionado con este grupo de poemas de los cuales les ofrezco dos. Poemas escritos y reescritos por todas las razones de la poesía, poemas que son también una historia de cómo mediante la integración gradual de estas razones, la existencia en la poesía resulta más real que la existencia en el tiempo, más real porque es más válida, más válida porque es más auténtica.
Para un poeta que traduce, el simple hecho de re-crear un poema puede parecerle una forma de resolver el problema de la verdad. Belleza y verdad, el antiguo dilema, me obsesiona. Yeats sacrificó su carrera poética por elegir entre las dos. Sea como sea, Yeats deja espacio para lo invisible, del mismo modo como sus poemas me acompañan en el pensamiento cuando me muevo por estos paisajes.


Una jóven y vieja mujer

William Butler Yeats

Tr.: Santiago Barcaza S.


II

Antes de que el mundo fuera hecho


Si hago las pestañas oscuras
Y los ojos más brillantes
Y los labios más púrpura,
O pregunte si todo está bien
Desde el espejo antes del espejo,
No aparece la vanidad:
Estoy buscando el rostro que tuve
Antes de que el mundo fuera hecho.

Qué si estimo a un hombre
Como si fuese querido
Y mi sangre está fría en ese momento
Y mi corazón insensible
Por qué debería pensarme cruel?
O que es traicionado?
Yo haría que a él le gusten las cosas que habían
Antes que el mundo fuera hecho.

IX


Una última confesión


¿Cuál fue el alegre muchacho que más me agradó
De todos cuantos yacieron conmigo?
Respondo que mi alma entregué
Y en el dolor amé,
Mas gran placer me dio un muchacho
Al que amé físicamente.

Libre del cerco de sus brazos
Reía al pensar que era tal su pasión
Que él imaginaba que yo entregaba el alma
Cuando sólo existía el contacto de dos cuerpos,
Y reía sobre su pecho al pensar
Que igual entrega hay entre las bestias.

Di lo que otras dieron
Después de quitarse la ropa,
Mas cuando el alma del cuerpo se despoje
Y desnuda vaya a lo desnudo
Aquel a quien halló encontrará allí dentro
Lo que ningún otro conoce.
Y dará lo suyo y tomará lo suyo
Y regirá por derecho propio;
Y aunque amó en el dolor
Tanto se aferra y se cierra,
Que ningún ave diurna
Osaría extinguir tal placer.

49. Breve novela de amor III


Mrs. Matzner

Cuánto dura un día en la oscuridad. ¿Una semana? El fuego se ha apagado y empiezo a sentir un frío espantoso. Debería arrastrarme al exterior pero entonces me abrasaría el sol. Temo malgastar la luz mirando las pinturas y escribiendo estas palabras. Morimos, morimos, morimos ricos en amantes y tribus y sabores que degustamos en cuerpos en que nos sumergimos como si nadáramos en un río. Miedos en los que nos escondimos como en esta triste gruta. Quiero todas esas marcas en mi cuerpo. Nosotros somos los países auténticos, no las fronteras marcadas en los mapas con los nombres de hombres poderosos. Sé que vendrás y me llevarás al palacio de los vientos, a tu lago sagrado. Solo eso he deseado, recorrer un lugar como ese contigo. Con nuestros amigos, una tierra sin mapas. La lámpara se ha apagado y sigo escribiendo a oscuras.


Mr. Matzner

Sólo admiro los paisajes que he admirado ya. Siempre vuelvo a ellos, solo. Un lago entre colinas hechas de prados y árboles en bastidores sucesivos. Este es el lugar sagrado que no descubrí junto a ella y que junto a ella no puede aparecer de repente el dios. Aquí sacio mi sed de mito, por muy extravagante que le parezca. Aquí se aclaran todos mis pensamientos actuales. Y aunque hemos pasado por tantas y tantas cosas, mis ojos con los de ella ya nada ven. ¿Quién sabe cuantas cosas me han ocurrido? Excelente pregunta para plantearle mi summa. Esto duele, pero volveré cuando sienta el valor para hacerlo. Y una vez de regreso, volveré al viaje si tan sólo así encuentro la palabra que iba a salvarme. ¿Quién sabe de cuántos modos distintos veré aún mi pasado?


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Próximo post el Miércoles, 7 de Mayo del 2008: Una jóven y vieja mujer