34. El joven combatiente

- Santiago, por qué nos fotografían?


A Patricio Sandoval lo conozco hace 12 años. Me lo presentó Julio Carrasco quien lo conocía desde Cuba. Creo que ésta es la primera vez que lo llamo por su nombre. Desde ese tiempo sus amigos de Chile lo seguimos nombrando como reza su chapa en Cuba: "Poroto". El Poroto pertenecía a una especie de banda urbana autodenominada los "Frikis" que merodeaban el malecón y el centro habanero. Según contaba, en aquellos años estaba amenazado de muerte por diversos organismos, como los Guapos en Cuba, la CNI en Chile, etc. La verdad, nunca me creí sus delirios de persecución y esquizofrenia. Claro que tomaba mis precauciones, pero abstractamente por así decirlo. De vez en cuando desaparecía sin decir nada. Pasaban semanas y un día cualquiera volvía y nos contaba cómo dos tipos grandotes metían a puñetazos a uno de sus amigos dentro de un taxi. "Cállense, son ellos..." nos dijo un día en El Lagar del Quijote, cuando a nuestra guarida de aquellos años, entraban tres o cuatro tipos de corbata y lentes oscuros. Esto me hizo sospechar en más de una vez que en efecto existían, pero eran sólo sospechas. Para hacerse de súper poderes, y poder combatir palmo a palmo en su revolución interna, el Poroto solía consumir grandes dosis de hot-dog. Aún recuerdo esa tarde de mil novecientos noventa y tantos, cuando en el Dominó de calle Ahumada, el Poroto se engulló 32 completos. Atónitos, fuimos testigos de ese acontecimiento yo y Cristóbal Bianchi. El hombre no es solamente lo social, nos decía, por lo menos le pertenece su muerte. Con esos kilos de vienesas en el cuerpo y sus pantalones apretados, el Poroto agarraba otro aire, se sentía dispuesto y preparado para enfrentar al más temible de los enemigos. Era el joven combatiente que poco o nada entendía de la revolución cubana o de los movimientos de ultraizquierda en Chile, el joven combatiente que está hecho para vivir en relación con los demás, pero su delirio nos muestra que uno sólo muere de veras para sí mismo.
Ahora me lo he vuelto a topar. Ya no cuenta esas historias de ametralladoras y desesperanza. Actualmente hace cursos para especializarse en algún rubro de la construcción y pinta cuadros donde se le suele aparecer su madre y su noviecita cubana.
- Te conté, Santiago, que en Cuba tuve una noviecita muy linda?
- Dale, cuéntame esa historia de nuevo
- Fue en el Malecón, estaba solo, buscando el verdadero sentido de las cosas. Cuando de repente, desde lejos, la veo pasar.
- Ahí fue cuando le leíste ese poema tuyo?? Cómo era??


Miro desde lejos
Camino rápido
Y lentamente veo
Me río
A la ligereza de un segundo
Miro nuevamente desde lejos
y no acabo de llegar.