30. Breve novela de amor

Sr. Fernández

Esa noche extrema le pedí lo que hacía mucho tiempo meditaba pedirle: el juramento de que nunca pertenecería a otro hombre. La verdad no me creí capaz de hacerlo pero al mismo tiempo no quería la vida sin el amor que la religión profesa y permite. Ella me hizo entonces la promesa, sin exigirla de mi parte. Pero en mi extraña alegría y en el orgullo de mi amor, también yo prometí gozosamente. En cierto modo, la maté y me maté esa noche.


Sra. Fernández

Aún recuerdo que una noche, en una de aquellas patéticas escenas en que sentía crecer el presentimiento de un porvenir atroz, tuve que decirle que no pertenecería a ningún otro hombre en la tierra y que, desaparecido él, no volvería a amar a nadie. Y en ese preciso instante en que creía decirle lo más alto y lo más irremediable de mi amor, en ese instante en que pensaba atarlo y soldarlo a mi, por el contrario, vi en sus ojos la mirada de quien se siente liberado, como si fuese el momento oportuno para huir y dejarme allí, seguro de mi fidelidad y de mi esterilidad absoluta. Pero esa noche se quedó conmigo, como siempre.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

? ? ? ? ? ? ?
PLOP

Guli dijo...

Interesante, dos visiones de un mismo acto.. dos cpaitulos sacados de una misma escena. Notable Don Barcaza, algo tan simple como una pregunta, una pregunta con celos, con miedos, con verguenza, con soledad.. y dos respuestas dos visiones igualmente de solitarias, de miedos.

Un abrazo Hermano y que tengas un muy buen año

Anónimo dijo...

Señor Pez? pido un link!, jaja...

saludos, un gran abrazo

Anónimo dijo...

jajaja la verdad estas un poco chiflado

Anónimo dijo...

Siento con esto que por atar, se resulta atado y es la realidad, lo que se ve a diario en las relaciones. Es hermoso comprometerse a ser sólo de una persona para siempre, pero se debe estipular que eso será mientras dure. Como dice Serrano "el amor es eterno, mientras dura"