28. Para mi sigues siendo el eterno campeón









Después que la derrota de Colo Colo, en la final de la copa Sudamericana, me había tenido no sólo sin dormir sino sin echarme, sin beber y sin comer durante varios días y varias noches consecutivas, cuando la extenuación y el sufrimiento eran tales que creí en un momento no poder superarlo nunca, pensé en el poeta viajero, tirado en el pavimento improvisado que da al Quitapenas, envenenado por un alcohol malsano, temblando de fiebre bajo la ropa empapada por el sudor, y que sin embargo al cabo de un par de días se sentía mejor, tomaba al azar un camino cualquiera, y partía en busca de habitantes desconocidos. Su ejemplo me tonificó, me devolvió la esperanza y sentí vergüenza de haber tenido un momento de desaliento.

El poeta se llama Pedro Antonio González. Considerado el primer poeta maldito de Chile, murió en 1903 cuando aún no cumplía los 40 años. Oriundo de Curepto, en la capital se le conocieron pocas amistades y ningún familiar. Así, los seres que se aman y que están separados pueden vivir en el dolor, pero dígase lo que se diga, no viven en la desesperación, saben que el amor existe. Y cuando el dolor arremete por esas cavidades descuidadas del corazón, para el poeta no existía otra estancia: el Quitapenas. González encontraba allí el vino que borra todos los dolores, el vino para despenar.

Oreste Plath, en sus Apuntes de la memoria, escribió: “para el poeta Pedro A. González, el Quitapenas era dormitorio, biblioteca, cuarto de tarea y bar”. Ahí se abandona al sufrimiento como suele abandonarse al dolor físico: extendido, inerte, sin voluntad ni porvenir, atento sólo al lento escurrir del elixir, sorbo a sorbo.





Años después, en abril de 1925, un grupo de jóvenes futbolistas vivían momentos difíciles al ser marginados de su club Magallanes. Parecen caminar sin rumbo, por uno de los barrios más antiguos y tristes de la ciudad, a pasos de los cementerios Católico y General. A lo largo de las calles negras y heladas, los locos, los enfermos, los pobres y los condenados. Entonces encuentran refugio en el Quitapenas, y el resultado es asombroso. Como condenados a ser héroes y santos, en medio de una euforia inexplicable, deciden formar el club más importante del país, Colo Colo. Héroes a la fuerza eso sí, porque no les importan a nadie y ellos tampoco se interesan en los asuntos pequeños de este mundo.

El día después de ese maracanazo chileno, esa mañana del jueves 14 de Diciembre del 2006, seguro viví uno de mis días más tristes. La vida está colmada de acontecimientos que nos hacen desear volvernos más viejos. Sin embargo, no haríamos nada en este mundo si no fuéramos guiados por ideas falsas y equivocadas. Ideas como las que me llevaron silbando por uno que otro lugar irreal, por la Av. Recoleta hacia el norte, hasta dar con el Quitapenas,

- Caballero, en qué puedo servirlo
- Un vino para despenar, por favor.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pez:
Como no entender el dolor, la tristeza y el sabor de la derrota, como no entender si la he sentido en carne propia.
Tener el día mas triste de la vida!!! El tiempo se encarga de bórralo, el tiempo se encarga de sanarlo.
Hoy solo tengo unas palabras que decirte...

“PARA PERDER UNA FINAL, PRIMERO HAY QUE LLEGAR”

Palabras para despenar...

Saludos de una chuncha de corazón.

Anónimo dijo...

Grande Colo Colo, linda nota. El próximo año ganamos la libertadores,

un abrazo de quien tambien lloro esa final maldita en el nacional.

Anónimo dijo...

Yo cruzo la noche con pasos aciagos
Sin ver brillar nunca la estrella temprana

nadie dijo...

siempre pensé que omar cáceres tenía ese título, gracias por este pedro

y colocolo es chile, ese es al mismo tiempo -como diría una viejita que conozco- el "brillo" y el problema ;-)

Anónimo dijo...

No me gusta el fútbol.
No comprendo el fanatismo futbolístico.

Me quedo con tu reflexión sobre la motivación que generan las ilusiones.

Pero hay que tenerlas, como dice la canción:

Sapo cancionero
canta tu canción
que la vida es triste
si no la vivimos con una ilusión...