37. Democracia virtual



Esta es la democracia de mis amigos. Los mismos que antes juntaban el molido para comprar un Santa Carolina 1 estrella, ahora disertan horas y horas sobre la flora exótica que acompaña a su vespertino. Antes se jactaban de haber recibido instrucción militar en Cuba y ahora se toman fotos con la gurú del oficialismo. Los que antes cantaban “por un Chile para todos, vamos a decir que no”, ahora a parte de tener el Venceremos” como ringtones de sus celulares, tildan de sectarios a los que no encajan en su modelito económico y social, incluso ¡tengan cuidado!, si aman mucho la naturaleza te apuntan con un dedo y ya te creen miembro de Colonia Dignidad. Esta es la democracia de mis amigos. Ya no les importa nada, excepto ellos mismos. Pocos hombres –o mujeres en este caso- han llevado tan lejos la desconfianza hacia sus semejantes. La Concertación no cree ni en la persuasión ni en el diálogo. No se puede convertir a un obrero en burgués ni mucho menos a un burgués en un obrero. Estos señores, encargados de hablar en nombre del pueblo, no tienen, nunca han tenido, una preocupación real por la libertad. Cuando son sinceros, hasta se jactan de lo contrario. De ahí que quienes vivimos con este escrúpulo –y somos pocos- tenemos que sucumbir tarde o temprano, pasar por anacrónicos o resentidos, morir en el lodo, flotar como fantasmas, convertirnos en el polvo del polvo. De todos modos, seguro lo haremos no sin antes haber luchado. ¿Pero cómo podría luchar contra mis amigos, mis hermanos y contra toda la justicia? () Y menciono la justicia, porque en una sociedad como la chilena, la justicia es un mundo silencioso que destruye la complicidad, niega la rebelión y restituye el consentimiento a niveles patéticos de sumisión. Yo elijo la libertad. Porque aunque la justicia no se cumpla, la libertad preserva el poder de protestar contra la injusticia y salva la comunicación. La libertad es poder defender lo que no pienso, incluso en un régimen o un mundo que repruebo. Es poder dar la razón al adversario. La democracia de mis amigos me recuerda a esas pinturas italianas del Renacimiento en las que unos hombres, tendidos sobre losas frías, son torturados, mientras otros miran hacia otro lado, con aire perfectamente distraído. El número de los “desinteresados” era pasmoso en relación con el de los interesados. Lo que caracterizaba a la historia era la cantidad de gente que no se interesaba en la desgracia ajena. A veces les llegaba el turno a los desinteresados. Pero aquello ocurría entonces en medio de la distracción general y una cosa compensaba a la otra. En el Chile de hoy, todo el mundo aparenta interesarse. Todos además, unos más conformes que otros pero todos satisfechos de si mismo, coinciden en la apología de esta democracia. Otros, flotan en el aire. Después de todo, si pudiera ser un pájaro ¿qué haría?.