13. El hombre que planta árboles

"¿Cómo hay que vivir?" Esta pregunta no se responde igual en la literatura que en la arquitectura. La arquitectura la plantea de manera más concreta, más a largo plazo. De hecho, la gente tiene que vivir en espacios construidos. En la literatura sólo se plantean preguntas o se responden de una u otra manera, mientras que en la arquitectura siempre es la pregunta y la respuesta a la vez, y si hay respuesta es "para toda la vida". Por suerte, no es el caso de la literatura, porque puedes dejar de leer un libro cuando quieras. En cambio, la gente no se va de una casa ya construida. Y cuando una ciudad se ha transformado, sus centenares de miles de habitantes tampoco se pueden ir. Por lo tanto, no vivimos igual con la arquitectura que con la literatura, y sin embargo, ambas disciplinas plantean la misma pregunta: "¿Cómo hay que vivir?".

Con todo, Cristián Warnken dio con un lugar irreal y con curioso personaje que responde esta pregunta desde la delgada línea roja que separa la metafísica de la vida urbana, una verdadera Poética del Habitar. Aquí va su nota de opinión, aparecida ayer en El Mercurio:

Un hombre planta árboles en un barrio asesinado. Mientras otros levantan edificios que, probablemente terminarán por cercarlo, él planta árboles. Árboles chilenos de hoja perenne: mañíos, laureles, peumos fragantes, quillayes crecen lentamente en el patio de un hombre cuya ocupación central es levantar un bosque en el corazón de Vitacura, una comuna de jardines pulcros y ordenados.
Hace más de 30 años que un hombre planta árboles en su jardín. Una araucaria emerge sobre el nivel de los techos de la calle La Perousse e indica el lugar donde vive el hombre que se levanta a las cinco de la mañana todos los días, que no tiene radio, ni televisión, ni teléfono y que, con pasión desesperada y gozosa, suma árboles fragantes a una ciudad que casi ha olvidado respirar.
¿Está loco?... "Viejo loco", rayó un anónimo en la acera de la entrada de la única casa de toda la cuadra sin rejas ni porteros automáticos. No tiene jardinero, porque él es su propio guardabosques. No tiene guardia privado, porque él se deja cuidar por lo que los católicos que lo rodean dicen creer, aunque demuestren lo contrario: el Espíritu Santo. ¡Él cree en el Espíritu Santo y planta árboles! ¡Está loco, por Dios! Y no tiene auto, y es el único que camina en un barrio donde sólo las "nanas" caminan. Lo podrán encontrar en la primera misa de la mañana, solo, rezando en un rincón, como el Idiota de Dostoyevski; solo en la ciudad carcomida por la sospecha y la desconfianza.
El Gigante Egoísta tenía un jardín que no quería fuera visitado por nadie; se atrincheró en su Edén privado. El hombre que planta árboles está siempre en su casa de La Perousse; es el único vecino que uno encuentra en su casa a cualquier hora, el único que te abre sus puertas sin preguntarte tu nombre, para que entres a su bosque. Es el gnomo del último bosque, el último hombre. Te sientas ahí, al caer la tarde, y no puedes creer lo que ves, oyes y respiras. Un choroy agradecido canta, cerca de ti, sin miedo... Una planta que no conocías te dice su nombre. Y el Hombre que Planta Árboles te cuenta su historia, que nadie quiere oír. ¡Está loco, por Dios! Un abogado exitoso, José Luis Vergara Bezanilla, fiscal de una prestigiosa institución, que lo dejó todo el año 1972, para traer árboles de los bosques vírgenes del sur y plantarlos al fondo de su casa. Un hombre que se despierta antes que los demás hombres para plantar y cuidar árboles, y que se acuesta antes, para seguir soñando en un bosque que recibirá un día a los niños que hayan olvidado los nombres de los árboles y sus propios nombres.
- ¿No le teme a bandas de delincuentes que rondan Vitacura?
- No -dice-. Le temo a estos delincuentes que nos roban el cielo, la vista, el agua"-dice mientras señala las amenazantes grúas que comienzan a apoderarse del barrio.
-"¿El agua?" -le pregunto-.
- "Sí, cada edificio que se levanta le cierra el paso a las aguas de las capas subterráneas que bajan desde las montañas a la ciudad. La ciudad se secará".
El hombre que planta árboles estuvo a punto de irse del barrio, expulsado por el alza de las contribuciones. Ha logrado mantenerse aquí, vendiendo sus cuadros. Mientras otros pintan manchas, abstracciones, esquizofrenias, él pinta árboles y hombres, en delicada y misteriosa unidad.

Quizás eso sea lo único cierto, al final: que un hombre y un árbol están "solos sobre el corazón de la tierra, atravesados por un rayo de sol... y de pronto es de noche".

12. El amor es un camino


A continuación presento parte del texto que acompañaba a esta fotografía:

"Queridos Muebles:

La verdad, hace bastante tiempo quería tomarme esta foto para compartir con ustedes parte de mis secretos. Me tomé varias y pese a que no me considero muy atractiva para hacer estas locuras, creo que puede ser muy motivante para que sigan tocando y grabando... Los he visto creo que un par de veces y me parecen muy divertidos pese a su intento de parecer serios y sufridos ..... ¿por qué el amor para ustedes es tan doloroso? ¿qué chicas malas los hacen sufrir tanto si son tan adorables?

Bueno, espero que publiquen la carta y esta foto que, por lo demás, hace juego con su guitarra azul!!

Cariños,

Una mueblera incondicional."

Querida amiga, cuatro cosas:
1. Muchas gracias por tu mail.
2. Respecto a que no te consideras muy atractiva, la verdad es que no pensamos igual.
3. ¿Por qué el amor es tan doloroso? El amor es un castigo. Somos castigados por no saber quedarnos solos.
4. Así como lo hacemos contigo, mantenemos el anonimato de todas, incluso de aquellas que nos hacen sufrir.

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11. Superman Returns

YA PODEMOS DORMIR TRANQUILOS



Esta vez no te vayas

Sin antes decirnos

Dónde está ese Palacio de Hielo

En el que podemos perder

Para siempre

El poder de la desolación.



10. Shine on you crazy diamond


Syd Barrett
1946 - 2006

Cuando Syd Barrett abandonó definitivamente a Pink Floyd, nunca se supo a ciencia cierta qué había pasado con él. De todos modos, a nadie le importó mucho. Ni siquiera el propio Syd sabía qué estaba pasando. Rumbo a Cambridge, a la casa familiar, vio a la multitud y pensó en las nubes y en el viento que se movían a través de ella. Las pequeñas siluetas captaban débilmente los bordes de las nubes como paradojas, enigmas, luces, y oía el tictaquear del tiempo sin saber muy bien qué es lo que sentía. Se aferraba a sus ilusiones lineales de pasado y futuro, de progresión, desde la apertura de su nacimiento hasta la inevitabilidad de su muerte. Las palabras se aferraron a su garganta. Siguió adelante. Y pensó en su Padre y en su Madre muertos, y en toda aquella incontable gente, sin soltar nunca sus esperanzas, y en su extraño sentido humano, su última ilusión, de que no importaba el cómo los días avanzaran a través de ellos: siempre quedaba el pulsar de la cosas por venir, la sensación de que incluso ahora aún quedaba tiempo.

Sigue brillando, Diamante Loco. Descubriste el secreto demasiado pronto con una aleatoria precisión, montado sobre la brisa de acero.

Bici
-Syd Barrett-

Tengo una bici
Puedes subir si quieres
Tiene una cesta
Un timbre que suena
Y cosas que la hacen parecer bonita
Te la daría si pudiera
Pero la tomé prestada

Eres la clase de chica
Que encaja en mi mundo
Te daría alguna cosa
Todas las cosas,
Si lo que quieres son cosas

Conozco una habitación
Donde se hacen melodías musicales
Un poco de poesía, algún “ching”
La mayoría de ellas son mecánicas
Vayamos a la otra habitación
Y hagámoslas funcionar

Eres la clase de chica
Que encaja en mi mundo
Te daría alguna cosa
Todas las cosas,
Si lo que quieres son cosas

9. Lugar irreal

En el 2005, con el fotógrafo Jorge Gronemeyer, participamos en el concurso Literarte de Chile Tabacos, que convocó a parejas de poetas y fotógrafos nacionales. Con un poema y esta fotografía que titulamos Desplazamientos, obtuvimos el 2º lugar y una amistad desbordante, que me motivo por un buen tiempo a fotografiar todo lo que se me ponía por delante.
Pasado unos meses, reduje mi interés de manera casi exclusiva a los muros cortafuegos y los contornos de edificios derruidos. Me pregunto si esta manera de ver bellos los muros cortafuegos o los edificios derruidos no será una visión antojadiza de alguien que no está existencialmente involucrado en todo ello. La verdad no lo sé, pero tengo la sensación que desde niños conservamos en el recuerdo cosas que convencionalmente se consideran estropeadas. Lo estropeado se mantiene más vivo que lo intacto.
Cuando fotografiamos o filmamos un lugar, ¿establecemos con él una relación distinta de la que teníamos antes, cuando habíamos pasado por delante y simplemente nos habíamos quedado mirándolo? ¿Se crea una especie de relación de propiedad? ¿Qué se lleva consigo la persona que ha hecho una fotografía de un lugar? ¿Qué queda del lugar en la imagen?.
Para un pintor la cuestión es otra. Cuando el pintor pinta un cuadro de un lugar, le está regalando algo. El escritor tampoco hurta nada al lugar donde se desarrolla la historia que narra, porque es la mente del lector la que crea la imagen del lugar. En cambio el fotógrafo, es un verdadero ladrón. Yo mismo me he sentido ladrón haciendo fotografías, y en determinadas ocasiones, mirando otras fotografías. ¿Y el cineasta? ¿No es narrador, pintor y fotógrafo al mismo tiempo? ¿Qué les hace a sus lugares? ¿Qué les da, qué les quita? ¿Cómo se los devuelve?. Los lugares nunca vuelven a ser los mismos una vez que se filmaron o simplemente nunca fueron esos lugares. Las películas suelen ser injustas con sus lugares, ya que los fijan injustamente en un único tiempo, el del presente de la película. Podrás estar en la misma ciudad, en el mismo pasaje, en el mismo elevador, pero nunca estarás en la ciudad, en el pasaje o en el elevador que te muestra la película.

8. Trasnoche

Suelo despertar a media noche. En pleno sueño alguien golpea la puerta, y es el momento en que todas las puertas retumban, una tras otra, calle tras calle.

¿Quién es ese forastero de rostro desconocido? ¿Qué busca? ¿Qué espía? A veces parece un mendigo que pide pan y techo, otras un ladrón, un policía. Pero hay días en que es el reflejo del rostro que usé en mis vidas anteriores, que regresa de un abismo acrisolado e intenta volver a entrar en mí como si nada.

Se da cuenta que he cambiado, que sus olas ya no estallan en la arena misteriosa de los cuerpos, a pesar de que hace tan sólo un momento estuvo aquí en comunión, aunque sólo hayan pasado segundos desde que me dejó en el momento inquietante en que se apaga la luz.

Entonces me quedo despierto por unos minutos preguntándome dónde estará. ¿Sufre? ¿Tendrá amigos de esos que penan? Siendo un recuerdo ¿tendrá él mismo recuerdos?

Espero que algún día deje de tocar mi puerta. No hay lugar para él en mi casa ni en mi corazón. Tal vez siga viendo en mí antiguas imágenes de mí mismo. Yo no sabría reconocer esas imágenes, mucho menos reconocerlo.