21. Tanto amor, tanto odio

Odio y amo a la vez, ¿cómo es posible? no lo sé, pero ardo y me consumo.- Catulo, LXXXV.


No importa el día, el mes y el año. Siempre que releo los poemas de Catulo me atraviesa una sensación de impúdica curiosidad. No quedo tranquilo hasta terminar con su Poesía Completa, como si entre sus versos encontrara el desencuentro de mis propias emociones, retratadas eso sí por un jóven poeta que nació y murió en el siglo primero antes de Cristo. Su personalidad es de una complejidad extrema, a veces se presenta como una persona de muy buen humor, que se expresa a través de ironías más o menos sutiles, y otras como alguien azotado por las circunstancias de su vida, que le impulsan irremediablemente al dolor y a la violencia verbal. Sin duda, impulsivo y directo. Es al mismo tiempo una persona tremendamente apasionada, tanto para la amistad, como para el amor, el odio o el desprecio. El acontecimiento fundamental en la vida de Catulo se llama Lesbia. Sin ella Catulo es tan impensable como Petrarca lo sería sin Laura. Lesbia pasa a ser, no simplemente un tema, sino una fuerza generadora de poesía, una inspiración dolorosa. Ambos se pueden considerar como los autores de esos poemas. Lesbia, que pertenecía a la alta aristocracia romana, a pesar de ser una mujer casada, se caracterizaba por las infidelidades hacia su marido y su gran número de amantes, entre los que se encontraba incluso su propio hermano. Pertenecía a un sector social en el que las costumbres morales estaban sometidas a un cierto relajamiento. De no haber sido así, Catulo probablemente nunca podría haber sido su amante, ni tampoco le habría escrito esos hermosos poemas. No se puede concebir a Lesbia de otra forma que no sea así. Era necesario que lo fuera para que Catulo llevara el amor hasta los límites de una pasión que rozaría con el odio. Catulo se siente engañado y traicionado por Lesbia, aunque los momentos de entrega amorosa son intensos. Esta traición, unida a la muerte de su hermano, hacen que exista en Catulo un vaivén entre el buen humor propio de su carácter y las circunstancias de una vida nada fácil. Es precisamente esa traición amorosa la que hace que Catulo escriba los poemas más intensos, más sorprendentes y magníficos. Catulo no insulta directamente a Lesbia, sino que se limita a constatar una realidad, que es el insaciable apetito sexual de Lesbia y su elevado número de amantes. Si quisiera insultarla directamente no escatimaría en obscenidades, como lo hace en otros poemas, dedicados a sus amantes. Pero existe siempre un relativo pudor que le lleva a tratar con gran cuidado la figura de Lesbia. De todas formas, aunque Catulo hubiera insultado abiertamente a Lesbia, así no habría hecho más que reafirmar la intensidad de su amor hacia ella; porque según él, el hecho de hablar mal sobre la persona que se amó es signo de que la pasión y el amor todavía no se ha apagado, sino más bien al contrario, brilla con más intensidad. Es aquí donde reside auténticamente la genialidad de Catulo, ha conseguido borrar las fronteras aparentes entre el amor y el odio, la traición amorosa de Lesbia no hace más que acrecentar su amor, en lugar de disminuirlo. Es un hombre que reconoce que su pasión amorosa le está destruyendo, pero aún así ha confesado que es incapaz de dejar de amar, y aún la ama con más pasión todavía. Catulo no puede evitarlo, está preso de la intensidad de sus sentimientos hacia Lesbia, es algo superior contra lo que no puede luchar, ya se manifieste en forma de amor o en forma de odio. Da igual, porque son variantes de un mismo corazón, ambos provienen de un mismo sitio.

Tres poemas de Catulo:


Me preguntas, Lesbia, cuántos besos
tuyos llegarían a saciarme:
tantos como las arenas de Libia
o como las estrellas furtivas que en la noche contemplan
sin moverse los amores de los hombres.
Esos son Lesbia mía, los besos
que podrían bastar al loco Catulo;
tantos que el curioso no pueda contarlos
ni el envidioso maldecirlos.

***

Los soles se ocultan
y pueden aparecer de nuevo
pero cuando nuestra efímera luz se esconde
la noche es para siempre
y el sueño
eterno.

***

Yo me los voy a culear y voy a hacer que ustedes me la chupen
a vos Aurelio culo roto y a vos Furio que sos una loca bailarina
ustedes que a partir de mis versitos
porque son delicaditos, opinaron
que yo era un desvergonzado.
Pues, es conveniente que el poeta respetuoso sea él mismo recatado
pero no es necesario que lo sean sus versitos
que tienen finalmente sal y pimienta si son delicaditos y desvergonzados
y que también pueden incitar aquello que excita, no digo a los jóvenes, sino a esos peludos
que no pueden mover sus pitos.
Ustedes, porque leyeron mis “muchos miles de besos”,
¿me creen menos hombre?
Yo me los voy a culear y voy a hacer que ustedes me la chupen.

20. La Tercera, pag. 18