Una mujer persigue al hombre que ama, pero él, por un buen motivo -tal como dice-, la rehuye por todo el mundo. Ella, a su vez, es perseguida por otro hombre que la ama, pero al cual ella no ama. A estos tres los persiguen un par de delincuentes que quieren recuperar el dinero (lo robaron de un banco, pero la mujer se lo robó a éstos para ir tras su amado). También hay un detective contratado primero por la chica y después, sucesivamente, por los otros personajes para seguir el rastro o para escapar de quien toque en cada momento. O sea, un enredo bastante grande, especialmente si se desarrolla en el transcurso de un viaje vertiginoso. En todo caso, al final, a nuestro detective ya no lo contrata nadie y decide meterse en la historia por su propia cuenta porque también se ha enamorado con locura de la mujer. Y al terminar la película se sabe que sólo ha habido un único amor verdadero en todo este trasiego sentimental.
Gaviotín Chico
Sterna Lorata


Cuervo de Pantano
Plegadis Chihi
Pez Alfombra
Piscis Desolae
Autor: Santiago Barcaza S.
Compositor: Mauricio Hanna
Arreglos: Mauricio Gallardo
Intérprete: Werken
Habiendo llegado el tiempo / en que sombras tocan mis restos / y se apagan / los pequeños acordes / habiendo llegado a este tiempo
Y como las tiernas astillas / abren de pronto sus mantos / sus redondas bocas amargas / habiendo llegado a este tiempo
No poseyendo más / entre el cielo y la tierra / que mis cuerdas / que este tiempo / decido hacer mi testamento
Y perdida ya toda esperanza / de ver las manos que me tocaron / y descansar junto a ellas junto a ellas / mar adentro y / no poseyendo más que este tiempo
No poseyendo más en fin / que el recuerdo de las noches / y la serena delicadeza / de mi forma de mi forma
No poseyendo más / entre el cielo y la tierra / que mis cuerdas / que este tiempo / decido hacer
mi testamento:
Les dejo
el tiempo
todo el tiempo.
(En MY SONGS, pueden escuchar una versión improvisada grabada en uno de los ensayos del grupo)
Nunca me gustó mucho Raymond Carver. Hasta ahora sólo había leído Bajo una luz marina y uno que otro relato, siempre a la merced de pésimas traducciones. Por eso la aparición de sus últimos poemas, en un lugar como éste, al fin del mundo, me ha cautivado como si estuviera ante un último libro de un poeta ancestral, profundo y sabio. Su segunda esposa, su compañera y poeta Tess Gallagher, escribe: “Éste es un último libro y las cosas últimas, como sabemos, tienen sus derechos. No nos necesitan, pero con nuestra necesidad de ellas conmemoramos y hacemos que sea más real esa finalidad que nos rodea y nos plantea nuevamente esa cuestión central de cualquier muerte: ¿Para qué es la vida?” . Raymon Carver nació en Oregon en 1938. Sus relatos son asociados al minimalismo y los críticos le consideran el padre del realismo sucio, que se caracteriza por su tendencia a la sobriedad, la precisión y una parquedad extrema en el uso de las palabras. En la época de su muerte Carver era considerado un escritor de moda, un icono que América "no podría darse el lujo de perder", según Richar Gottlieb, entonces editor de New Yorker. Sin duda era su mejor cuentista, quizá el mejor del siglo junto a Chéjov, en palabras de Roberto Bolaño. Sin embargo, Carver consideraba su obra poética más esencial y el medio con el que mejor expresaba sus sentimientos.
Cuando le diagnosticaron cáncer al pulmón, Carver continuó leyendo los horarios de los trenes que partían de la ciudad en que moriría. Una lista de compras de supermercado, que Tess encontró en una de sus camisas decía: “huevos, mantequilla de cacahuate, chocolate” y luego, después de un espacio en blanco, “¿Australia?” “¿la Antartida?”. La insistente creencia de Ray en su propia capacidad para recuperarse de los reveses durante el curso de su enfermedad y su afán por volver una y otra vez a los versos, incluso hasta el mismo día de su muerte, demuestran plenamente que para él la poesía era una verdadera necesidad. Su inigualable talento para convertir a gente y situaciones vulgares en casos extraordinarios, tan presentes en su obra, se hacen más excelsos y primorosos en sus Poemas Póstumos.
Carver murió en 1988 en Washington, cuando aún no cumplía los 50 años. Aquí les va una gota de su verdad:
T E R M Ó P I L A S
De vuelta al hotel, al contemplar cómo se suelta, luego cepilla
su pelo rojizo delante de la ventana, sumida en privados
pensamientos, con los ojos en otra parte, por alguna razón
recuerdo a aquellos lacedemonios de los que escribió Herodoto,
cuyo deber era defender las Puertas frenta al ejército persa.
Y las defendieron. Durante cuatro días. Antes, sin embargo,
ante la incredulidad de los ojos del propio Jerjes, los soldados
griegos se sentaron como despreocupados, en la parte de fuera
del cercado hecho de troncos cortados, peinando y repeinando
sus largos cabellos, como si se sólo se tratara de otro día de
una campaña que, por otra parte, carecía de importancia.
Cuando Jerjes exigió conocer el significado de aquellos actos
le dijeron: Cuando estos hombres van a perder la vida
antes quieren que sus cabezas estén bellas.
Ella deja su peine de mango de hueso y se acerca todavía
más a la ventana y a la decreciente luz de la tarde. Algo, un
movimiento y un crujido llega desde abajo y ha atraido
su atención. Una mirada, y se desentiende de ello.
Esta ciudad era el doble de mi sueño. Un lugar donde rezar y caminar resume, aunque lo evites, todas las actividades del día.
El mar llegó de repente, la tormenta aquí no se termina. El agua entra en la boca, la bruma entra en los ojos. Esto es todo lo que necesito saber. Llevo la lluvia a mi rostro y te miro, respiro.
Amargos
Fragmento
Tarde en Amargos
La lluvia dobla el frío de los pies entre las mantas
Las viejas mujeres esperan impacientes
La llegada de los buzos
Mientras las olas arrastran la frescura
Del muelle sumergido
Y bien, qué podríamos decir a propósito?
Qué podríamos esperar de la vida?
Caminar y fumar durante horas
Buscando la casa de los parientes
Que no veíamos desde niños
Pero no nos detuvimos
Quizá hubiésemos podido recoger
Algunos fragmentos de la tarde
Pero no lo hicimos
Antes cruzamos el manto de hierbas
Que no pudo llevarse el incendio.
***
Las casas, las naves
Flotan sobre estos caminos sin nombre
Caminos que ocultan la dicha ya pasada
- Como todos los caminos del mundo
Y que algún día cruzaremos en silencio
Pues un simple cabello es suficiente
Para agitar el mar.
(del libro Carta - Océano, Ediciones Leviathan, 2004)
MAHMUD DARWISH
Traducción del árabe de María Luisa Prieto
Versión de Santiago Barcaza S.
El último tren se ha detenido en el último andén
Y nadie salva a las rosas
Ninguna paloma se posa en una mujer de palabras
El tiempo se ha acabado
El poema no puede más que la espuma.
No creas a nuestros trenes, amor, no esperes a nadie en la muchedumbre
El último tren se ha detenido en el último andén,
Y nadie puede retornar a los narcisos rezagados en los espejos de la penumbra.
Dónde dejaré la última descripción del cuerpo que en mí habita?
Todo ha terminado
Dónde está lo que ha terminado?
Dónde vaciaré el país que en mí habita?
No creas a nuestros trenes, amor
Las últimas palomas han volado
han volado
y el último tren se ha detenido en el último andén
Y no hay nadie.
He manejado el automóvil de mi vida por la dura carretera del Rock & Roll.- Primer Video Clip de Los Muebles
Mr. Poley
Cuando ella estaba junto a mi y juntos sufríamos, mi desgarro, mis lágrimas, tenían sentido. Ella podía verlos. Cuando se iba, ese sufrimiento era yermo y sin porvenir. El verdadero sufrimiento es el que se padece en vano. Sufrir junto a ella era una deliciosa felicidad. Pero el sufrimiento solitario e ignorado, es la copa que se me ofrece sin tregua, que obstinadamente trato de apartar de mí y que sin embargo tendré que beber algún día y aquel día será más terrible que el de la muerte.
Mrs. Poley
Siempre la misma desesperanza ante el futuro. Todas esas palabras que pronuncia, casi agónicamente en la intimidad, se suman a la muchedumbre abismal de palabras perdidas que nadie conocerá nunca y que sólo yo a ratos pongo atención. Al lado de este tropel de palabras, las que me transmite en forma desgarradora son sólo un par de gotas perdidas en el océano.
Miro desde lejos


Quisiera escribir sobre “colores”, sobre el color en la poesía y sobre la relación entre color, “belleza” y “verdad”.
Lo poco y nada que escribí fue a parar a la papelera y seguirá allí porque quería demasiado. Quería crear una relación violenta entre todas las experiencias posibles que he tenido las dos últimas semanas con las lecturas de Reznikoff, Stevenson y las pinturas de Christian Rothmann. donde se me aparecen los ojos verdes de mi historia reciente y los ojos verdes de mi madre. Quizá debiera definir los “colores de la poesía” simplemente como los “momentos de la verdad y la belleza”.
Pero bueno, como siempre ocurre cuando quieres probar algo en lugar de limitarte a descubrirlo, la prueba se convierte en el fin absoluto y lo que se describe se ve aplastado por la contundencia de la prueba.
Borrón y cuenta nueva.
Me gustan los colores, pero como más me gustan es en forma de cajas de acuarelas nuevas, surtidos de lápices de colores sin usar, tablas de colores de fabricantes de óleos o muestras de colores de los catálogos de fabricantes de alfombras, telas, papel mural o automóviles. Puedo pasarme horas mirando vitrinas de papelerías o de tiendas de productos de bellas artes y admirar la enorme variedad de pinturas al óleo, ceras, tizas y colores acrílicos. Y no porque sea un pintor frustrado (lo soy, admitámoslo), sino porque me gusta el color como posibilidad, como posibilidad de vida, como algo que espera ser probado, utilizado, clasificado. En los colores, en todos estos surtidos de colores de todo tipo, está latente la idea de “jugar” y, nuevamente, un concepto de libertad distinto, aún más manifiesto y placentero. Y cuando, a veces, en momentos de debilidad, acabo comprando cajas de acuarelas, destacadores o el surtido de tinta china, el mayor de los placeres consiste en delimitar precisamente el campo de acción que abren estos colores: sobre una hoja de papel en blanco, con las acuarelas hago una mancha de cada color disponible, creo los ojos que vi, que me vieron y no puedo tener, esos ojos de colores claros en los bordes y espesos en el centro y, con los lápices de colores, pinto superficies, cuidadosamente, una junto a otra. En ocasiones, si hay muchos colores parecidos, escribo el nombre debajo de cada uno. Debo confesar que disfruto de sobremanera haciéndolo.
¿Qué significa todo esto? Tampoco lo sé. Precisamente ahora intento descubrirlo.
- Yo elegiría quedarme con la gente.
Prefiero los hombres comprometidos a las artes comprometidas. Ya bastante es tener valor en la vida y talento en las obras. Y además, el artista se compromete cuando quiere. Su mérito es su movimiento. Y si de esto ha de hacerse una ley, un oficio o un terrorismo ¿dónde está precisamente el mérito? ¿cómo reconocer su autenticidad?.
Al parecer, escribir hoy un poema sobre la primavera sería servir al capitalismo. Sin embargo, disfrutaría sin prejuicios de una obra semejante, si fuera bella.
O se sirve al hombre en su totalidad o no se le sirve en absoluto. Y si el hombre necesita pan y justicia, y si hay que hacer todo lo posible para satisfacer esa necesidad, también necesita la belleza pura que es el pan de su corazón. El resto no cuenta.
Sí, los querría menos comprometidos en sus obras y un poco más en su vida cotidiana.
¿De dónde viene tu mentir
y adónde empieza tu verdad?
Parece broma tu mirar
llanto parece tu reir.
Y su conciencia dijo al fin
cántele al hombre en su dolor
en su miseria y su sudor
y en su motivo de existir.
Cuando del fondo de su ser
entendimiento así le habló
un vino nuevo le endulzó
las amarguras de su hiel
hoy es su canto un azadón
que le abre surcos al vivir
a la justicia en su raíz
y a los raudales de su voz
en su divina comprensión
luces brotaban del cantor.
de Cantores que reflexionan, Violeta Parra.
Esa noche extrema le pedí lo que hacía mucho tiempo meditaba pedirle: el juramento de que nunca pertenecería a otro hombre. La verdad no me creí capaz de hacerlo pero al mismo tiempo no quería la vida sin el amor que la religión profesa y permite. Ella me hizo entonces la promesa, sin exigirla de mi parte. Pero en mi extraña alegría y en el orgullo de mi amor, también yo prometí gozosamente. En cierto modo, la maté y me maté esa noche.
Sra. Fernández
Aún recuerdo que una noche, en una de aquellas patéticas escenas en que sentía crecer el presentimiento de un porvenir atroz, tuve que decirle que no pertenecería a ningún otro hombre en la tierra y que, desaparecido él, no volvería a amar a nadie. Y en ese preciso instante en que creía decirle lo más alto y lo más irremediable de mi amor, en ese instante en que pensaba atarlo y soldarlo a mi, por el contrario, vi en sus ojos la mirada de quien se siente liberado, como si fuese el momento oportuno para huir y dejarme allí, seguro de mi fidelidad y de mi esterilidad absoluta. Pero esa noche se quedó conmigo, como siempre.