31. Hemos venido a cantarle al amor




Directamente desde la dura carretera del Rock n Roll

30. Breve novela de amor

Sr. Fernández

Esa noche extrema le pedí lo que hacía mucho tiempo meditaba pedirle: el juramento de que nunca pertenecería a otro hombre. La verdad no me creí capaz de hacerlo pero al mismo tiempo no quería la vida sin el amor que la religión profesa y permite. Ella me hizo entonces la promesa, sin exigirla de mi parte. Pero en mi extraña alegría y en el orgullo de mi amor, también yo prometí gozosamente. En cierto modo, la maté y me maté esa noche.


Sra. Fernández

Aún recuerdo que una noche, en una de aquellas patéticas escenas en que sentía crecer el presentimiento de un porvenir atroz, tuve que decirle que no pertenecería a ningún otro hombre en la tierra y que, desaparecido él, no volvería a amar a nadie. Y en ese preciso instante en que creía decirle lo más alto y lo más irremediable de mi amor, en ese instante en que pensaba atarlo y soldarlo a mi, por el contrario, vi en sus ojos la mirada de quien se siente liberado, como si fuese el momento oportuno para huir y dejarme allí, seguro de mi fidelidad y de mi esterilidad absoluta. Pero esa noche se quedó conmigo, como siempre.